Las independencias
Las independencias de los países americanos
son fundamentales en nuestra historia.
Fueron procesos en los que ocurrieron grandes
cambios, y sus consecuencias las vivimos hasta
el presente. Por poner un ejemplo, pensemos
que la mayoría de nuestros símbolos nacionales
–banderas, escudos, himnos– se refieren a las
independencias y a las acciones y personas vinculadas
a ellas.
Las independencias del continente, como la
de nuestro país, tuvieron diversas causas. Todas
ellas fueron internas, es decir, se dieron dentro
de las colonias americanas y no vinieron de fuera.
Pero las independencias se produjeron en
medio de una situación mundial que influyó mucho
en lo que sucedió aquí.
Por qué se independizó América
Los cambios económicos mundiales, la Revolución
francesa, la independencia de Estados
Unidos y la de Haití tuvieron mucha influencia
en América española. Pero no desataron la independencia
de las colonias americanas. Esta se
debió a causas propias y complejas.
Desde las últimas décadas del siglo XVIII, en
toda América española surgieron grupos y personas
que criticaron el régimen colonial y reivindicaron las identidades y autonomías locales.
Los criollos, que tenían el control económico,
formaron gobiernos propios, sin perder el vínculo
con la monaquía española. Luego, el proceso se
radicalizó y al fin se dio la ruptura total.
El 10 de agosto
En diciembre de 1808, los notables quiteños
se reunieron para conspirar contra el gobierno
colonial, pero fueron descubiertos por las autoridades
españolas. Algunos fueron apresados,
pero luego liberados por falta de pruebas.
Los conspiradores siguieron reuniéndose y la
noche del 9 de agosto de 1809, en la casa donde
vivía doña Manuela Cañizares, resolvieron derrocar
a las autoridades españolas y formar un gobierno
propio, y reconocer a Fernando VII como rey legítimo.
En la madrugada tomaron el cuartel, mientras
Antonio Ante fue al Palacio a comunicarle al presidente
de la Audiencia, Conde Ruiz de Castilla, que
estaba depuesto y preso.
El 10 de agosto, Quito amaneció con nuevo gobierno:
la Junta Suprema, presidida por Juan Pío
Montúfar, Marqués de Selva Alegre. El 16 del mismo
mes, en la Sala Capitular del convento de San
Agustín, se instaló la Junta Suprema ante una reunión
de notables. Sus activistas fueron Morales,
Quiroga, Larrea y el cura Riofrío, entre otros. Los
barrios quiteños tuvieron un papel muy destacado
en el movimiento.
El 2 de agosto
La vida de la
Junta fue corta. El
apoyo esperado de
Cuenca, Guayaquil
y Pasto no vino. Las autoridades españolas controlaron
esas ciudades y organizaron la represión
de Quito.
La milicia quiteña no pudo organizarse eficazmente.
Sus reclutas eran muy pocos. El virrey de
Lima envió soldados a Quito. El de Bogotá dispuso
la invasión por el norte. Hubo actos heroicos,
pero en pocos meses la Junta se disolvió y volvieron
las autoridades españolas, que ofrecieron
‘perdón y olvido’, pero apresaron a una centena
de revolucionarios, los juzgaron y los castigaron
con sentencias de muerte y expulsiones.
Antes de que se cumplieran las sentencias,
el 2 de agosto de 1810, se trató de liberar a los
presos, pero los soldados que ocupaban la ciudad lo impidieron, entrando en la cárcel y asesinando
a muchos de ellos. El pueblo de Quito se
alzó en solidaridad con las víctimas y también
sufrió la carnicería, que dejó cientos de muertos.
El impacto del crimen hizo que las autoridades
españolas no persiguieran a los sobrevivientes
y aceptaran recibir al coronel Carlos Montúfar,
hijo del Marqués, como “Comisionado Regio” del
Consejo de Regencia que gobernaba en España
a nombre del rey preso.
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