La Historia Antigua
Cuenta Juan de Velasco
en su Historia del Reino de
Quito que el territorio que va
entre las actuales Pasto y Loja
fue originalmente ocupado
por pequeños reinos. Hacia el
año 980, uno de ellos, el “primitivo
Reino de Quito”, fue
conquistado por los Caras,
pueblo venido de la Costa, liderado
por Carán. Sus sucesores, los scyris
o reyes, extendieron sus dominios, formando
un reino cuya capital fue la gran ciudad
de Quito. Tenían un sistema de cuentas,
eran buenos tejedores y curtidores de pieles.
Adoraban al sol y a la luna, enterraban a
sus muertos en montículos o tolas. Estaban
gobernados por reyes poderosos.
Hacia 1300, el matrimonio de Toa, hija
del Scyri XI, con Duchicela, hijo de Condorazo,
soberano del reino puruhá, amplió el
reino, que se extendió mediante alianzas con
pueblos adyacentes. Luego del reinado de
Autachi Scyri XIII, gobernó su hijo Hualcopo
Scyri XIV, que enfrentó la invasión del inca
Túpac Yupanqui. Cacha Scyri XV, sucesor de
Hualcopo, enfrentó al inca Huayna Cápac,
pero fue derrotado y murió. Su hija Paccha
fue proclamada scyri. La resistencia caranqui
terminó en una masacre en Yahuarcocha
(lago de sangre). Huayna Cápac se casó con
Paccha. De la unión nació Atahualpa que,
muerto el Inca, heredó el Reino de Quito y
enfrentó a su hermano Huáscar, heredero en
el Cuzco. Atahualpa venció, fue proclamado
Inca y enfrentó a los españoles.
La polémica
Velasco fue un jesuita riobambeño, expulsado
de Quito en 1767, con los miembros
de su orden. Refugiado en Italia escribió
su Historia hasta 1789, pero solo fue
editada en 1846. La obra fue vista como
base del naciente Ecuador y su versión sobre
el Reino de Quito se consideró historia
oficial. Federico González Suárez, nuestro
máximo historiador, tuvo serias dudas sobre
la existencia del Reino de Quito, pero fue su
discípulo Jijón y Caamaño quien la cuestionó,
junto con autores como Jiménez de la
Espada. Se inició así una polémica.
Los críticos argumentan que Velasco escribió
su obra de memoria, con poca base documental;
que su entusiasmo por destacar al
Quito que él vivió le llevó a imaginar un “reino”
que ningún otro historiador o cronista menciona.
En excavaciones arqueológicas no hay rastros
de los scyris o de la gran ciudad de Quito
de la que habla Velasco. Las investigaciones
descubren señoríos étnicos de gran desarrollo
en el actual territorio ecuatoriano, pero no un
Estado unificado.
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